MSc. Eduardo López Herrera
I. Introducción
¿Vivimos un cambio de época o una época de cambios? No hay la menor duda que vivimos un cambio de época signada por un mundo globalizado, un mundo más interdependiente, un mundo más competitivo, de avances significativos en ciencia y tecnología, también un mundo muy asimétrico, de incertidumbres racionales, pero con esperanzas, con utopías.
El presente siglo, es el siglo de la sociedad del conocimiento y de la información. También es un siglo del aprendizaje permanente, por lo tanto, desde la perspectiva de la educación, requiere de un cambio de paradigmas, sobre todo desde la educación superior, que tiene un enorme encargo social.
¿Está la universidad preparada para ser parte de los cambios que demanda esta sociedad del conocimiento y del aprendizaje permanente? En principio, la máxima casa de estudios, debe romper con los saberes profesionalizantes, dado que esta sociedad del conocimiento en la que estamos inmersos, demanda investigación, innovación y emprendimiento. De manera tal, que los saberes sean pertinentes, que se estén renovando permanentemente, de creatividad académica, de vínculo con el medio, de ensayo y error, entre otros.
Dada la importancia estratégica de la innovación y el emprendimiento para la educación del siglo XXI, es determinante su inserción en el currículo para que el mismo tenga pertinencia y les permita a los futuros profesionales construir sus proyectos de vida. En este sentido, la UNESCO (1995. P 31) nos indica: “En una época en que ya no se puede aplicar más la ecuación “título=trabajo”, se espera que este nivel de educación produzca egresados que no solo puedan ser buscadores de trabajo, sino también empresarios de éxito y creadores de empleo”.
No menos importante para las universidades es la inteligencia artificial, los efectos del cambio climático y desde luego incidir en reducir el flagelo de la pobreza, el que se debe contextualizar en el marco de la agenda 2030, que de paso implica resolver otros problemas estructurales que aquejan a la sociedad.
Repensar el currículum, someterlo a una revisión permanente, es una tarea impostergable, porque si permanece estático, estaría en contra de las demandas contemporáneas en materia de ciencia y tecnología, pero también de teorías sociales que cambian conforme la realidad lo hace.
La relación dialéctica de los tres
ejes claves del quehacer universitario: docencia, investigación y extensión,
deben propiciar un ambiente pedagógico de cambio, de curiosidad y cultura
científica, donde contenido y metodología se traduzcan en aprendizajes
significativos para innovar y emprender. Todo ello, sin dejar de considerar que
lo fundamental en el actual contexto es la investigación como quehacer
pedagógico de la universidad y la que nos permitirá romper con la dependencia estructural
que
históricamente hemos padecido en el campo científico. No podemos menospreciar un cuarto eje, como es lo axiológico, es decir, la formación de valores que deben fomentarse y consolidarse a través del currículum; pero también en acciones extracurriculares, para formar ciudadanos honestos, solidarios, comprometidos con su pueblo y desde luego con identidad de nación.
Tenemos que encaminarnos a una universidad del aprendizaje permanente, no a una universidad de educación terminal. Así, debe ser proactiva, planeadora de propuestas, para de esa manera responder a los retos que demandan los cambios sociales, científicos, culturales y tecnológicos en este siglo del conocimiento. La especialización y la generalización, deben ser una combinación dialéctica en el proceso de formación de profesionales de la universidad.
No podemos obviar que la universidad pública es parte esencial del sistema social; y como tal tiene retos y compromisos que se expresan en sus fines de educar, en la investigación como un factor clave para los aprendizajes y desde luego en la extensión de la cultura. Por ello, y porque se sitúa en la esfera pública de la sociedad, el quehacer universitario es un bien público que adquiere sentido dentro de un proyecto no cortoplacista, sino más bien un proceso de largo plazo que se va evaluando, sin perder el norte que es la construcción de una sociedad más democrática, más justa, equitativa y sostenible desde el punto de vista ambiental.
En opinión de Escotet (2015) «La universidad debe ante todo enseñar a pensar, crear la actitud hacia el riesgo de pensar, ejercitar el sentido común y dar rienda suelta a la imaginación creadora. Más que a dar información, hay que estimular al sujeto que descubra el lugar donde se encuentra, a enseñarle cómo seleccionarla y utilizarla.
Dispongámonos para dar saltos de calidad ante el cambio de época que estamos viviendo, facilitemos procesos para que las diversas cosmovisiones científicas y culturales se expresen desde aprendizajes horizontales, sin descuidar el rigor científico y la conciencia de ser cada día mejores y posicionar firmemente a la universidad en este nuevo siglo.
II. La revolución de los datos, base fundamental para la cultura científica
Está demostrado que la acumulación de inmensas cantidades de datos ha dado lugar en centros de investigación y en las universidades mismas a poseer valiosas bases de datos que se transforman en conocimiento pertinente y en investigaciones que resuelven problemas en diferentes campos del conocimiento, en este sentido nos preguntamos
¿Qué valor le damos a los datos que en la universidad acumulamos por diferentes vías? Asignaturas que impartimos, tesis de grado y postgrado, trabajos de campo, información de revistas, en fin, considero que por bases de datos no tendríamos de qué preocuparnos, no obstante, ¿estamos potenciando esa rica materia prima para nuestras investigaciones?
¿o por cultura general? Aprovechar
y darle la lectura necesaria a los datos que hoy fluyen por diferentes vías, es
una imperiosa necesidad que nos permitiría romper con esa dependencia
estructural que en materia de ciencia continuamos padeciendo ¿Cuánta
información le proporcionamos a otros centros de investigación y universidades
que ni siquiera sospechamos?
Solo para poner un ejemplo: “En la Biblioteca de la FAREM-Estelí, UNAN- Managua, entre enero y julio de este año, se produjeron 128,581 descargas, igualmente, de la Revista Científica de la FAREM Estelí: Medio Ambiente, Tecnología y Desarrollo Humano, entre 2017 y 2019, se produjeron 68,179 descargas. Del número de descargas antes señaladas, los países que más descargan información son España Francia, Inglaterra, México, Chile, Perú y Brasil”.
La revolución de los datos, tenemos que aprovecharla para fortalecer nuestra cultura científica y desde luego, potenciar nuestras investigaciones. Sin embargo, como docentes universitarios tenemos un reto, incluso no solo para nuestras asignaturas, también por cultura general, ¿Cuál es el PIB de nuestro país? ¿Cómo nos afecta el cambio climático? ¿Por qué Darío y Sandino son identidad cultural y nacional? ¿Qué importancia tienen las energías limpias para el mundo y para nuestro país? ¿Cuál es el valor de la economía circular? En fin, hay mucha información de la que nos tenemos que apropiar y trasmitirla a nuestros educandos. Eso va sentando las bases de la formación generalista que hoy se requiere en este mundo globalizado, pero sobre todo, en la necesidad de una formación permanente, en los aprendizajes para toda la vida.
Ruocco (2019), indica lo siguiente “La dinámica de la innovación tecnológica se incrementa exponencialmente día tras día. Cuando las distintas tecnologías se combinan entre sí, pareciera no haber límites para sus múltiples usos en los distintos ámbitos de la vida cotidiana y de las organizaciones de todos los sectores. A partir de la era de Internet, la conectividad generó una multitud de cambios, pero uno de los de mayor envergadura ha sido la generación constante de datos. Su enorme circulación exige que las empresas y los organismos públicos se actualicen para que esos datos aporten valor, transformándolos en información”
La universidad tiene que aprovechar esos flujos de conocimientos que provienen de diversos orígenes, pero, además, aprovecharlos para elaborar conocimiento propio. Es un enorme privilegio que se tiene al recibir cantidad de información, de conocimiento, se trata de procesarla y producir conocimiento pertinente, tanto para profundizar el trabajo científico como para la sociedad en su conjunto.
Mayer y Cukierse (2015), opinan al respecto: “El enfoque de big data implica que la misma base informativa se puede utilizar para una amplia variedad de propósitos que no podían haber sido siquiera imaginados al momento de generar la información, parte de que ésta se recicla de forma permanente, de modo que la que es desecho para un proceso puede ser la materia prima sustantiva para otro”.
Generación de conocimiento, capital humano y capacidad tecnológica. Estos son los tres elementos fundamentales que permiten competir con otras naciones en el campo internacional. La combinación de estos elementos supone que los resultados de la investigación se orienten a resolver los problemas del entorno social y a impulsar el desarrollo tecnológico local y la innovación.
Ante la siguiente pregunta realizada a Brunner (2017) ¿Qué cambios se avecinan con la llegada de la inteligencia artificial, la cual viene a apropiarse del aprendizaje?, el contestó: “El otro día, leyendo un informe de la OCDE donde aplicaron a los robots la prueba PISA, me sorprendió ver que lograron resultados por encima delpromedio de los mejores países. Pensando en esto, yo creo que un problema nuevo vendrá cuando actividades que normalmente la gente creía que no se iban a sustituir, actividades de base cognitiva muy calificadas como la traducción, la secretaría, etc. resulten amenazadas. Pero no hay que ser tremendista. Yo creo que se van a crear miles de nuevos problemas y miles de oportunidades y hay que ver cómo aprovechar esto. En realidad, sería aterrador que alguien tenga todas las respuestas y, peor aún, que tenga todas las preguntas”.
El esfuerzo que podemos hacer analizando cantidades de datos que nos llegan a nuestra universidad, no es un esfuerzo en vano. ¿Por qué lo hacen las universidades del primer mundo? ¿Por qué lo hacen las grandes transnacionales? ¿Por qué lo hace Google? Porque saben los beneficios que les ha traído, esos datos los han convertido en conocimiento pertinente, en trabajos científicos, en nuevas tecnologías que hacen la brecha más grande en este mundo globalizado y asimétrico. Tenemos que pensar que eso que llaman el nuevo petróleo del mundo, los datos, los tenemos a mano y podemos hacer mucho, aun en medio de esas asimetrías. La universidad tiene un rol decisivo en este reto.
III. La investigación como quehacer pedagógico de la universidad
Una tarea impostergable de la universidad es la investigación. Ya no es posible hacer docencia si no está acompañada de la investigación, es la única forma de darle pertinencia a los aprendizajes que se adquieren como parte del proceso de formación. En un mundo tan cambiante, donde el conocimiento entra en obsolescencia de manera vertiginosa, donde la inteligencia artificial nos acecha, donde la agricultura, la industria, la ganadería, el turismo, hasta la misma medicina, requieren nuevas formas de abordarlas, donde la realidad del medio en que actuamos es interdisciplinaria, se requiere enfocar nuestro quehacer educativo con un carácter holístico, con curiosidad científica, en acciones que problematicen el contenido que estamos desarrollando.
¿Acaso no es provechoso que nuestros estudiantes en cualquier asignatura y desde los primeros años se vayan apropiando del método científico? Con ejemplos sencillos se pueden empoderar de ese valioso método, sobre todo si estamos conscientes de la necesidad de que los contenidos de clase que impartimos tengan realmente pertinencia. De lo contrario, sigamos como estamos y estanquémonos para siempre.
Como educación superior, tenemos que ponernos al día, se deben de redefinir las agendas de investigación, las mismas deben mostrar su terrenalidad, no investigar por investigar, sino focalizarse más, tener un objetivo concreto para contribuir al desarrollo real de la sociedad.
¿Cuántos problemas que enfrenta la sociedad en diferentes campos (salud, educación, tecnología, agricultura, agroindustria, energías limpias, etc.) podemos resolver, dando nuestros aportes científico-técnicos por ser hacedores permanentes de ciencia?
Elevemos los aíres intelectuales de la
universidad, porque intelectuales en una burbuja no sirven, ni le sirven a la
universidad, hay que elevarlos pero popularizando la ciencia, para que la
comunidad universitaria se apropie de la ciencia y la aplique constructivamente,
es decir, que aumente cada día su compromiso social.
La universidad debe irradiar, hacia su interior y hacia el conjunto de la sociedad, una cultura de la innovación y aprecio por el quehacer científico. Esto estimulará la creatividad para la transformación cualitativa de los procesos, productos y servicios necesarios para el desarrollo económico. Especialmente, debe establecer una colaboración estrecha con las pequeñas y medianas empresas. Son la columna vertebral de nuestra economía. Su desarrollo tecnológico, contable y productivo debe estar ligado cada día más a nosotros.
¿Por qué la investigación como el quehacer pedagógico? Porque toda la praxis educativa debe estar impregnada del espíritu investigativo, de curiosidad científica, en todas las asignaturas. Es un reto mayúsculo, porque ese espíritu requiere en la práctica que nuestros futuros profesionales, con la facilitación de los docentes incentiven la lectura, desarrollen el método científico transitando de lo simple a lo complejo, fomenten una actitud colaborativa entre los jóvenes, promuevan el buen dialogo, e incentiven la exposición de ideas, la autocrítica, entre los aspectos más relevantes.
Pero no menos importante para promover la investigación es la ubicación contextual, guías de cuestionamiento, la observación autorreflexiva, los estudios de caso, el aprendizaje por proyectos, aprendizaje basado en la resolución de problemas, informes escritos analítico-reflexivos, trabajo de campo, por mencionar algunos.
Decía Pablo Freire (2018), que “la investigación, la indagación, la búsqueda deben formar parte de la naturaleza de la práctica docente. Lo que se necesita es que el profesor, en su formación permanente, se perciba a sí mismo y asuma que, por ser profesor, es también investigador.”
Es importante señalar dos elementos claves cuando hablamos de investigación, en primer lugar, no hablemos de ciencia en un lado y humanidades en otro, tenemos que humanizar la ciencia, popularizarla y en segundo lugar, no lo estoy diciendo por orden jerárquico: el conocimiento, no es una variable independiente de la sociedad, el saber, los saberes, no navegan, para hablar en el nuevo lenguaje de las redes, de la nube, por encima de las circunstancias sociales, investigar, para resolver los problemas de la sociedad, de nuestro pueblo.
IV. Universidad y medio ambiente
Uno de los signos más visibles del cambio de época, con vaticinios nada halagadores para la humanidad, es el cambio climático. Sus efectos son cada día son más perceptibles en el mundo y en nuestro país. Desde la universidad, podemos hacer mucho; tanto desde la parte teórica, empoderando a nuestra comunidad de la importancia del cuido de nuestro medio ambiente y de las diferentes formas de adaptación al cambio climático, también, contribuyendo con investigaciones científicas y desde la parte práctica, cuando miles de estudiantes se involucran en prácticas y trabajos de campo que facilitan no solo llevar el mensaje de cuidar el medio ambiente, sino también, considerando los aportes que se deben hacer desde cada especialidad, por ejemplo ¿ Cómo llevan el mensaje de adaptación al cambio climático los estudiantes de Trabajo Social? ¿Qué prácticas de adaptación pueden realizar los estudiantes de Agroindustria? ¿Desde qué perspectiva lo hacen los economistas? Considero que la iniciativa creadora, la pasión, las acciones en el terreno y el empoderamiento de la problemática, son fundamentales para enfrentar este flagelo.
La última conferencia de cambio climático (Conferencia de las Partes, COP), celebrada en Polonia en diciembre de 2018, ha dejado un sabor amargo en cuanto a los compromisos relacionados con el calentamiento global. Esta cumbre es vinculante con los compromisos asumidos en la conferencia de París de diciembre de 2015. Desde la academia tenemos la obligación moral y científica de darle seguimiento y manifestarnos ante el incumplimiento de los acuerdos que afectan el planeta, afectaciones que son cada día más agudas, volviendo el panorama más apocalíptico. Al respecto: (2019) “La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reveló un nuevo informe en el que las perspectivas del medio ambiente muestran que dentro de 30 años vivir en la Tierra podría ser una realidad aterradora o incluso se acabaría si no actuamos respecto al cambio climático. Este informe sobre el Estado del Medio Ambiente fue presentado en Nairobi, Kenia, y alerta a la humanidad sobre la desaparición de la capa de hielo del Ártico, lo que provocaría en poco tiempo un aumento en las muertes por contaminación del aire en las ciudades y la extensión del desierto en amplias regiones de la Tierra”.
Partiendo de que nuestro país es de vocación agrícola, ganadera y forestal, la universidad no puede perder esa perspectiva independientemente de que el abanico de carreras sea muy amplio. ¿Acaso los futuros médicos no se van a encontrar con viejas y nuevas enfermedades cuyo origen podría ser el calentamiento global? No es posible que nuestros economistas desconozcan el cambio climático, sus proyecciones económicas deben de considerarlo. ¿En qué momento toda la comunidad universitaria asumirá el compromiso de aplicar medidas de adaptación al cambio climático?
El hacer ciencia para la sociedad, implica, que de la universidad depende mucho el desarrollo económico, social y productivo del país, desarrollo que tiene la amenaza del cambio climático, de ahí que el reto es mayúsculo y es de urgente necesidad la creación de una plataforma ambiental que sea depositaria de investigaciones, resoluciones, proclamas, líneas de acción y propuestas de solución a la problemática ambiental nacional e internacional. No obstante, esta problemática siempre debe ser un eje transversal en el quehacer de docencia aprendizaje de manera permanente.
La incidencia de la universidad, tiene que ser muy visible en cuanto a ser un sujeto activo ante la crisis socioecológica que ya padece el planeta y que nosotros como país también la estamos padeciendo. Todo esfuerzo que hagamos va en la dirección de contribuir a evitar un potencial colapso civilizatorio como signo inequívoco de una nueva era, el antropoceno. Hay que fomentar una conciencia ecológica.
V. La flexibilidad del currículum
Un campesino del municipio de las Sabanas, Departamento de Madriz, productor de fresas, que además las siembra con las normas técnicas requeridas, me explicaba que todo el esfuerzo que el realiza lo ha conseguido consultando en internet diferentes experiencias de siembra de fresa en diferentes partes del mundo. Él, no solo es un ejemplo de innovación y emprendimiento, sino que además, nos está haciendo señales, de que el conocimiento ya no es monopolio de los centros de estudio de educación superior y como él hay muchas experiencias que nos están indicando la necesidad de repensar el currículum, para que esté en correspondencia con los vertiginosos cambios en el conocimiento y su temprana obsolescencia que requiere su permanente actualización.
La presión que ejerce la sociedad del conocimiento y la información, las señales que nos manda la inteligencia artificial y la necesidad de cambios estructurales que la sociedad demanda en los campos de la producción, la economía, la temática social, etc. debe movernos a la reflexión y a la acción en cuanto a los necesarios cambios curriculares.
La relación teoría práctica vista desde una ecología de los saberes, como indica de Sousa Santos (2016), es fundamental para que la ciencia se vincule al medio y viceversa y de esa manera garantizar aprendizajes significativos que incidan en la transformación de ese medio. No menos importante es también la multi e interdisciplinariedad, porque ese medio a transformar no es unidisciplinar, por lo tanto, las áreas del conocimiento tenemos que entrelazarlas para una formación holística de las presentes y futuras generaciones.
Es necesario que el innovar y el emprender sean ejes transversales del currículum, porque en el actual contexto, su pertinencia es insoslayable si queremos insertar a nuestros egresados en la economía de conocimiento que sigue avanzando y también en las nuevas tendencias de empleabilidad que se avecinan.
Escotet (2015) indica que: “Hay que enseñar para esquemas de incertidumbre que no es sino la vida misma. Una educación flexible para adaptarse a los cambios. Un adecuado equilibrio entre la generalidad y la especialidad”.
Igualmente, hay que valorar los procesos de prácticas de los estudiantes. Por ejemplo: ¿ se debe considerar hacer las prácticas de familiarización en el primero o inicios de segundo año de cualquier carrera? recordemos que el conocimiento avanza vertiginosamente y hoy los jóvenes no están para esperar dos o tres años para vincularse con el medio o motivarse con su carrera El estudiante que hoy esta ingresando a la universidad, es decir, la generación milenials o centenial, están demandando otro tipo de formación, su vínculo permanente con el mundo digital, les permite tener información a mano, que si los docentes les facilitan el camino del aprendizaje, estarán en capacidad de lograr fortaleza cognitiva que consolide saberes pertinentes. Para las nuevas generaciones, el aula dejó de ser su hábitat de formación, requieren hacer cosas, sentirse útiles, demostrar que lo que están estudiando es para ponerlo en práctica al instante.
Un rico debate acerca del
currículum por objetivos o por competencias, resulta inútil si no estamos
conscientes de que necesitamos nuevos paradigmas para enfrentar los retos que
nos impone el siglo XXI. Se trata de romper definitivamente con una praxis
educativa profesionalizante y encausar la educación por una senda que forme al
ser humano para la vida, de forma holística, enfrentando las incertidumbres,
como nos indica Edgar Morín (2014), en “Los
siete saberes necesarios para la educación del futuro”.
Un currículum flexible y pertinente debe facilitar procesos que le permitan al estudiantes aprender a aprender, comprender, entender, comunicar e interpretar, capacidad lógica-matemática y competencia digital, así como alcanzar la competencia de saber hacer, porque la productividad y competitividad de las sociedades contemporáneas, así como el bienestar social y cultural, son cada vez más dependientes de la educación, la ciencia y la innovación tecnológica. El mejoramiento de la calidad de las funciones sustantivas de las universidades debe estar asociado al entorno social, económico, productivo, tecnológico, ambiental y cultural de la sociedad. De manera concreta, la universidad debe colaborar en la construcción de una economía del conocimiento como una necesidad apremiante en este mundo globalizado en que vivimos.
Los cambios curriculares que la universidad implemente, deben considerar, las posibles salidas que podría tener un tercer año aprobado en varias de las carreras que se imparten, algo así como un título que se otorga al Profesor de Educación Media (PEM), al que optan los estudiantes de Ciencias de la Educación al finalizar su tercer año. Deberíamos romper con la concepción puramente universitaria de la enseñanza superior y favorecer por todos los medios su diversificación, con múltiples puntos de entrada y salida, en diferentes niveles y con diferentes regímenes-presenciales, semipresenciales y a distancia- que permitan al alumno trazar su propio camino formativo aprovechando los lugares y tiempos que más le acomoden.
Lógicamente, que para este tipo de iniciativas, los jóvenes deben tener el dominio mínimo en comprensión lectora, manejo numérico y razonamiento científico, que le permita a ese estudiante que completó una primera etapa de su formación con el tercer año, demostrar competencias en resolución de problemas y producción de conocimientos.
Son necesidades apremiantes en el actual contexto: producir textos mediados pedagógicamente para fortalecer los procesos de aprendizaje, sobre todo cuando la relación entre los virtual y presencial se consolida, como una tendencia de la praxis educativa presente y futura, no podemos obviar, que las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) están incrementando el diálogo académico, de ahí que, la educación virtual ya esta inmersa en la agenda educativa universitaria.
Nuestros maestros, deben escribir al menos un artículo científico al año, puede estar relacionado con la asignatura que imparte o no y debe quedar consignado en el plan didáctico. Por otro lado, la asignatura Seminario de Formación Integral, debe estarse revisando de manera permanente, lo que permitirá que docentes y estudiantes estén en permanente formación. Es fundamental fortalecer la relación entre lo virtual y presencial, porque el mundo de las TIC ya es parte de la agenda académica de la universidad.
La multi y la interdisciplinariedad, son una necesidad apremiante en la formación integral de nuestros educandos
Toda defensa de tesis, de grado o postgrado,
debe de realizarse como una gran aula abierta, donde se socialicen
aprendizajes, tomando en cuenta que los aprendizajes deben ser para toda la
vida.
En aras de garantizar que la investigación sea el quehacer pedagógico de la universidad, debe haber un plan de capacitación a los docentes en investigación.
VI. La Universidad y la Agenda 2030
La Agenda 2030, adoptada por la comunidad internacional en el año 2015, representa un serio compromiso para cada una de las naciones que conforman el sistema de Naciones Unidas. Se trata, de un replanteamiento del Sistema – Mundo, para que el mismo sea en este siglo XXI, un mundo de paz, armonía y prosperidad y se combatan flagelos como la pobreza. Dicho sea de paso, es una ambiciosa meta que debe lograrse, porque en el actual contexto, la pobreza es un problema estructural de orden ético y moral.
Como universidad tenemos un compromiso insoslayable con la Agenda 2030. Nuestros aportes deben ser pertinentes y sustanciales en función del cumplimiento de los 17 objetivos y las 169 metas que conforman la Agenda.
El Presidente de la UDUAL, Henning Jensen, rector de la Universidad de Costa Rica, en la inauguración del Congreso “Universidad 2018,”, celebrado en la Habana, Cuba, expresó: “Para echar adelante los ODS y la Agenda 2030 se requiere una participación muy activa de todos los sectores de la sociedad, entre ellos, de las Universidades, que en la mayoría de las naciones constituyen factores de desarrollo, justicia y democracia, que son factores de cohesión social”. (UDUAL, 2018)
Aportar a los ODS, implica su transversalización en el currículo para que desde ahí y en las diferentes carreras, programas y asignaturas contribuir con un mundo mejor donde la erradicación de la pobreza, la protección del planeta y el aseguramiento de la prosperidad sean ejes fundamentales, que nos encaminen a un mundo más humano, sostenible y sustentable. No obstante, esa transversalización implica un replanteamiento de las estrategias en el campo de la docencia, la investigación y la extensión, que permita el empoderamiento de la Agenda y la pertinencia de su aplicación, sin obviar, que lo más importante para la comunidad universitaria es tener una conciencia lo más clara posible de lo que hablamos, cuando nos referimos al Desarrollo Sostenible en un mundo tan desigual como el que habitamos.
Este mundo que amenaza la calidad de vida y hasta la supervivencia de una parte de los habitantes del planeta, provocando desequilibrios territoriales, económicos y sociales que generan migraciones masivas, desigualdad, injusticia y violencia. Por ello, debe reflexionarse desde nuestras aulas, desde nuestra visón y misión y en la praxis no solo contribuir a la consecución de los objetivos, sino también en la formulación de propuestas para la viabilidad de los mismos.
Todo esfuerzo encaminado al logro
de los objetivos y metas de los ODS, requiere desde el punto de vista endógeno
, no solo los esfuerzos al interior de la universidad, también la articulación
interinstitucional para que desde un programa país permita garantizar esos
logros y desde la perspectiva exógena; establecer una alianza con todas las
expresiones organizativas de la educación superior en América Latina y otras
latitudes (UDUAL, CSUCA, EUA, entre otras), para hacerse sentir ante la
comunidad internacional en la lucha por un mundo más humano y sostenible.
VII. Conclusiones
Es determinante en el actual contexto, que la universidad sea una innovadora de los saberes, dada que es una organización que, por su propia naturaleza, el aprendizaje de los estudiantes que aspiran a convertirse en profesionales, es uno de los ejes centrales de su quehacer. Debe ser una institución para encarar el futuro que cada vez es más presente, debe ser una institución capaz de transformarse a sí misma y a su vez, sea un referente de apoyo para la sociedad.
Cada día tenemos que hacer esfuerzos para que la universidad se convierta en una institución productiva, sin sacrificar su misión reflexiva, sus cometidos formativos o su vocación humanista.
La educación virtual, hoy implica una responsabilidad insoslayable para la universidad, no podemos obviar que las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), no son solamente una caja de herramientas, son ante todo una nueva cultura, la cultura digital que está envolviendo todo y como tal, debemos tener el suficiente equilibrio pedagógico, para que lo virtual se convierta en una virtuosidad real, donde prime la relación horizontal docente-estudiante.
La cooperación entre instituciones de educación superior es fundamental para la solución de grandes problemas, porque éstas se enriquecen al ampliar sus horizontes y espacios de interacción, por ejemplo: desarrollar programas conjuntos de investigación, impulsar la formación de currículos integrados con contenidos globales. Por eso son esenciales los programas de la internacionalización de la universidad, para enfrentar también las amenazas de la globalización.
Armonización y articulación curricular en las universidades centroamericanas y la articulación de los subsistemas educativos en nuestro país, son dos tareas impostergables para la universidad, la primera no solo porque necesitamos homologar los títulos, también porque contribuimos a la integración centroamericana, vital en estos tiempos de globalización. En el caso de la articulación de los subsistemas, Nicaragua está dando un valioso ejemplo en cuanto a que los niños y jóvenes empiecen a transitar sin traumas académicos y psicológicos en su proceso de formación que es para toda la vida.
Tenemos que fortalecer el concepto y la praxis del deber ser, para de esa manera consolidar la razón de ser. Finalmente, nuestro papel es determinante para consolidar una cultura de paz, lo que implica promover y empoderar a la comunidad universitaria de los ejes: jurídico, de género, el respeto a la madre tierra y la praxis de interculturalidad.
Como decía Sandino: La paz que dignifica y no
la del esclavo.
VIII. Biografía
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Leyva, G. (Mayo – Agosto de 2015). Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Obtenido de REALIDAD, DATOS Y ESPACIO REVISTA INTERNACIONAL DE ESTADÍSTICA Y GEOGRAFÍA: https://www.inegi.org.mx/rde/2015/05/04/big-data-la-revolucion-que-no-debemos- ignorar/
Michael. (Mayo de 2019). Plumas Atómicas. Obtenido de ONU: Si no cambiamos, el mundo se acaba en 30 años: https://plumasatomicas.com/noticias/ciencia/onu-en-30-anos-el- mundo-se-acabaria-si-no-cambiamos/
Parra Montero, J. (Septiembre de 2019). nuevatribuna.es. Obtenido de La investigación, un nuevo paradigma de enseñanza: educar en la incertidumbre: https://www.nuevatribuna.es/opinion/jesus-parra-montero/investigacion-nuevo- paradigma-ensenanza-educar-incertidumbre/20180904173143155371.html
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Ruocco , F. (Octubre de 2019). Infobae. Obtenido de Inteligencia artificial y Big Data: ¿Estamos preparados para la revolución digital?:https://www.infobae.com/def/desarrollo/2019/09/07/inteligencia-artificial-y-big- data-estamos-preparados-para-la-revolucion-digital/
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