Manuel Gámez Montenegro
6 de febrero de 2024
A mediados del siglo XIX, y en respuesta a la decadente cultura clasista eurocentrista, derivada de la revolución industrial del capitalismo y liberalismo económico de las potencias colonialistas del primer mundo, surge una teoría científica conocida como socialismo, en defensa y redención de las clases proletarias campesinas, como también de los pueblos oprimidos.
Más tarde en este proceso de emancipación aparece una nueva corriente ideológica, de una nueva estética cultural, gestada por la llamada generación modernista entre 1860 y 1874, su primer período de gestación comprendió los años 1889 y 1904, en tanto que, su vigencia se inició en 1905 y se prolongó hasta 1919.
En ello, se aprecian dos fases modernistas:
Una correspondiente a un movimiento de evasión, caracterizada por la recurrencia de temas exóticos e imaginarios, imbricada en un culto preciosista que incitó un estilo refinado, en cierta manera artificioso. Su temática en general provino de los temas derivados de civilizaciones exóticas y de épocas pretéritas.
Una nueva fase apareció como Mundonovista, con ella se derivó el retorno de la temática terrenal, la realidad social, hechos históricos, lo vernáculo, el paisaje y los pueblos propios de Hispanoamérica. El fin y propósito que prevalecieron en esta fase, era la de presentar una expresión artística innovadora, cuyo sentido fuera netamente americano.
En 1888, Rubén Darío publicó el artículo «La literatura centroamericana» en la Revista de Artes y Letras. Fue esta la primera vez que empleó el término modernista, haciendo alusión a un espíritu nuevo característico en la obra de un grupo de escritores y poetas hispanoamericanos.
De manera que, el modernismo, aparece como una propuesta estético-ideológica, fundamentada en una oposición de ideales capitalistas, en respuesta a la decadencia y el refinamiento poético del simbolismo y el parnasianismo francés, sumados a los ideales de la cultura del nuevo mundo. Ello sustentó una cosmovisión que tuvo como ejes la conciencia del desajuste y desencanto ante una realidad degradada. De este modo, la belleza pasó a ser el fin último del arte y el modernismo pasó a convertirse en rechazo y denuncia de la realidad social.
Las figuras de José Martí, Rubén Darío, Leopoldo Lugones, José Enrique Rodó, Manuel González de Prada, Amado Nervo, José Vasconcelos, y Manuel Ugarte; principales exponentes del modernismo latinoamericano, quienes contribuyen más tarde en la sustentación e inspiración de la estructuración del ideario político del General Sandino.
De esta manera, la primera expresión emancipadora de una nueva autonomía literaria de los países hispanoamericanos recayó en los poetas modernistas y a la cabeza de ellos nuestro Rubén Darío, quien con su obra excepcional lo consolidó como movimiento continental y con ello trascendió la innovación de la poesía castellana en Hispanoamérica y España.
A lo largo de su vida Rubén Darío desarrolla roles multifacéticos, pues además de poeta; fue un ensayista, cronista, periodista y diplomático, con plena conciencia de la realidad político-histórica de su tiempo, tan así, que le permitió como verdadero visionario predecir lo que más tarde se cumpliría.
El gran poeta leonés Salomón de la Selva, afirma que releer a Darío, le resultaba pasmoso y expresa lo siguiente:
“Atestiguar hasta qué punto estaba despierto su intelecto a las preocupaciones universales, a las inquietudes sociales, políticas y económicas, viéndolo y previéndolo todo con extraordinario acierto”.
Darío en su vasta obra: poemas, ensayos, cuentos, crónicas, diarios, cartas, etc., aborda diferentes temáticas en un amplio ámbito, que raya desde el amor, el erotismo trascendente, la angustia existencial, el sincretismo religioso, hasta la temática con dimensión socio política. Dentro de este último entramado, abordó temas como el homopolitikon, patriotismo, antiimperialismo, unionismo centroamericano, hispanoamericanismo, la riqueza indígena y el mestizaje, la solidaridad y justicia social, la ética política. En esta disertación abordaremos estas vertientes socio políticas de su pensamiento y obra.
- Homopolitikon
Desde su juventud, Rubén abominó la politiquería, ese tremendo hervidero de la pasión política que podía contaminarlo todo, incluso el arte mismo. En un artículo escrito en 1894, refiriéndose a su mecenas, el presidente de Colombia Rafael Núñez, político y escritor, Rubén escribe:
“Poeta político… no entiendo eso; o más bien, no lo quiero entender. Yo creo que no es otro el objeto, la atmósfera, la vida de la poesía que el culto de la eterna y divina belleza; que los filósofos se ocupen del misterio de la vida y de todas las profundidades de lo incognoscible; que los señores políticos se entiendan con la suerte de los pueblos y arreglen esas complicadísimas máquinas que se llaman gobiernos…”
Aunque no militó en ningún partido político de entonces, ni nunca le interesó el activismo político, no menoscaba su cosmogonía ideológica como ser humano de la época, ni significa que menospreciara la política, como preocupación ciudadana por los más altos destinos de la patria y sus ciudadanos. Así, simpatiza con el pensamiento liberal vanguardista de entonces, de las reivindicaciones humanas y ciudadanas, como de los altos ideales de progreso y desarrollo humano.
Luego Darío escribe en un artículo titulado “Unión liberal” de 1891:
… “Como liberal sincero propongo a mis correligionarios que nuestro partido imite… a los partidos de los países adelantados en prácticas políticas”.
Darío así lo manifiesta en su discurso de 1907 en León, e increpa a sus compatriotas, como el alejado de las disensiones políticas, había luchado y vivido, no por los gobiernos, sino por la patria, y agrega:
“Si algún ejemplo quiero dar a la juventud de esta tierra ardiente y fecunda, es el de hombre que desinteresadamente se consagró a ideas de arte, lo menos posiblemente positivo, y después de ser aclamado en países prácticos, volvió a su hogar entre aires triunfales”.
Al mismo tiempo reconoce en el entonces presidente Zelaya:
… “Y yo, que dije una vez que no podría cantar a un presidente de República en el mismo idioma en que cantaría a Halagaabal, me complazco en proclamar ahora la virtualidad de la obra del hombre que ha transformado la antigua Nicaragua” …
La formación ideológica de Darío que se percibe en su obra, proviene de un ambiente saturado por el liberalismo centroamericano, con vocación unionista y la obstinación de reconstruir la patria centroamericana y junto con ello una dicotomía con el imperio del norte, por un liberalismo nicaragüense singular y que se distingue del resto del istmo, el cual refiere al coloso del norte como un modelo de democracia y progreso; así mismo como potencia invasora.
Aunque el liberalismo era la principal fuente de confrontación con la iglesia católica, en Darío ocurre algo poco común entre los intelectuales de la época, dado que su liberalismo no se radicalizó, ni se contrapuso a sus creencias católicas y más bien supo conciliar su fe con su ideología liberal. Para Darío, el liberalismo era la mejor expresión del progreso, de desarrollo humano, prosperidad de los pueblos, justicia, libertad y realización de la perfección humana; esto lo imbrica hábilmente con la fraternidad cristiana, el amor por sus semejantes como los estandartes más altos de la conducta social y humana. Con ello, rechaza el liberalismo económico basado en el capitalismo y lo sintetiza en su extraordinaria frase:
“La mejor conquista del hombre tiene que ser, Dios lo quiera, el hombre mismo¨
2. Nacionalismo – Patriotismo
Según Darío la primera virtud ciudadana debe ser el patriotismo. Son incontables las veces que lo aborda en sus poemas y artículos, exaltando esa virtud que trascendía el fervor a su natal Nicaragua, extensivo a Centroamérica y a su visión continental hispanoamericana. Así lo expresa en su autobiografía, de ser un hombre de varias patrias, aunque es insoslayable el lugar que ocupaba su “patria original”, la que le vio nacer:
“En el lugar en donde tuve la luz y el bien,
¿qué otra cosa podría sino besar el manto
a mi Roma, mi Atenas o mi Jerusalén?”
(“Poema del Retorno”)
A Chile y también a la República Argentina, les llama “segunda patria mía”, porque la
primera e insustituible será siempre su amada Nicaragua:
“Si pequeña es la Patria, uno grande la sueña”
(“Poema del Retorno”)
En otro poema dedicado a Nicaragua, Rubén le ofrece a su patria todas sus ilusiones, su poesía, su esfuerzo, su nombre y su sueño:
“MADRE, que dar pudiste de tu vientre pequeño
tantas rubias bellezas y tropical tesoro,
tanto lago de azures, tanta rosa de oro,
tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño”.
“Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño,
la caja de armonía que guarda mi tesoro,
la peaña de diamantes del ídolo que adoro
y te ofrezco mi esfuerzo, y mi nombre y mi sueño”.
Es en el célebre “Poema del Retorno” (1907), en donde Darío expresa su más ferviente amor por Nicaragua y al regresar tras quince años de ausencia, se le tributa un apoteósico homenaje en Corinto y este acto le inspira a escribir expresivos y emotivos poemas, con el que expresa lo que significa Nicaragua para él y el amado León de su infancia:
“Exprimidos de idea, y de orgullo y cariño,
de esencia de recuerdo, de arte de corazón,
concreto ahora todos mis ensueños de niño
sobre la crin anciana de mi amado León”.
En diciembre de 1907, cuando se le tributaba honores en el Teatro Municipal de León, Darío expresa en su discurso sus convicciones y su visión gallarda de la patria:
“Podría con satisfacción justa decir que, como Ulises, he visto saltar el perro en el dintel de mi casa, y que mi Penélope es esta patria que, si teje y desteje la tela de su porvenir, es solamente en espera del instante en que puede bordar en ella una palabra de engrandecimiento, un ensalmo que será pronunciado para que las puertas de un futuro glorioso den paso al triunfo nacional y definitivo” … … “Yo quiero decir ante todo a mis compatriotas, que después de permanecer por largo tiempo en naciones extranjeras, y estudiar sus costumbres, y medir sus vidas, y pesar sus progresos, y apreciar sus civilizaciones, tengo la convicción segura de que no estamos entre los últimos en el coro de naciones que mantendrán el alma latina, con sus prestigios y su alto valor, en próximas y decisivas agitaciones mundiales”.
Darío vislumbra un futuro glorioso para su patria, al servicio de la humanidad, y canta las virtudes cívicas de su pueblo:
“A través de las páginas fatales de la Historia,
nuestra tierra está hecha de vigor y de gloria,
nuestra tierra está hecha para la Humanidad”.
En el poema “Allá lejos” se percibe su nostalgia de los paisajes de su tierra Nicaragua, un recuerdo de la ardiente tierra natal, he aquí un fragmento:
Buey que vi en mi niñez echando vaho un día
bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
en la hacienda fecunda, plena de armonía del trópico;
paloma de los bosques sonoros del viento,
de las hachas, de pájaros y toros salvajes,
yo os saludo, pues sois la vida mía.
3. Antiimperialismo
Darío es el símbolo mesiánico reconocido y la voz de la raza hispanoamericana de las “ínclitas razas ubérrimas” y así lo expresa en sus “Cantos de Vida y Esperanza”. Refleja un nuevo magisterio de esperanza, un nuevo evangelio que clama por la emancipación, la identidad cultural y la conservación del destino de nuestros pueblos continentales, amenazados por el expansionismo norteamericano de la Doctrina Monroe.
“Mañana podremos ser yanquis (y es lo más probable)”, consigna en el Prefacio de Los Cisnes, “de todas maneras, mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes, tan ilustres como Júpiter”:
“¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?…
… “¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?
… “¡Oh tierras de sol y de armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!”
(“Los Cisnes”).
Darío fustiga y advierte en la “Oda a Roosevelt”:
“Los Estados Unidos son potentes y grandes
cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes…”
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
esa América que tiembla de huracanes y que vive de amor
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol.
Tened cuidado, ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser, por Dios mismo,
el Riflero Temible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!”
(“A Roosevelt”).
En el horizonte de la salvación de las “ínclitas razas ubérrimas”, de un futuro promisorio para los pueblos hispanoamericanos, Darío lo profetiza:
“Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
La latina estirpe verá la gran alba futura:
en un trueno de música gloriosa, millones de labios
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto, en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros,
¡ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!”
(“Salutación del Optimista”).
De esta manera, Darío representa, siente y expresa a todo el Continente, con algo de latino, de ibérico, de hispano, de aborigen, de europeo, en una palabra, de mestizo americano.
4. Riqueza indígena y mestizaje
Darío fue pionero entre los intelectuales americanos en reconocer la riqueza del aporte indígena a nuestra cultura y fue obstinado en el rescate de ello “otro lado” de nuestra identidad americana. Darío, no sólo señala lo indio como fuente de originalidad y de autenticidad literaria, sino que proclama en sí mismo contra todos los complejos y prejuicios de su tiempo el orgullo de ser mestizo.
Darío reconoce que nuestros indios “no desconocían el divino valor de la poesía. Gustaban del símbolo y del verso…” “…Tenían la noción de la gracia…” “… La antigua civilización americana atrae la imaginación de los poetas. En la figura del salvaje y aguerrido Caupolicán, Darío descubre el paradigma de “la vieja raza”, también en su poema “Tutecotzimí” lleva a cabo la primera incorporación del indio a la poesía culta nicaragüense y esa incorporación la realiza para elaborar un mensaje contra la tiranía, la violencia y la guerra.
Con Darío, el mestizaje se transforma en motivo de afirmación y orgullo; adquiere su plena dimensión universal y nos muestra todas sus potencialidades creadoras y renovadoras. Con él, es personificada la grandeza y dignidad del gallardo indio chorotega. Aunque también, Darío debía ser español:
“Soy un hijo de América, soy un nieto de España” … y se proclama: “español de América y americano de España”. Con su condición de mestizo en “Salutación del Optimista” le canta a España como a su América, el homenaje más grande hecho por la América joven a la España eterna.
5. Centroamericanismo
Desde sus primeros poemas Nicaragua estará siempre presente en su canto y en su
pensamiento. Siendo un adolescente, Rubén dedicó esta décima escolar a su patria, donde
afloran, a la vez, su amor a la tierra natal y su fervor por la unión centroamericana,
predicada por Máximo Jerez. La décima se intitula, precisamente, “Nicaragua entre sus
hermanas”:
“Rico vergel es mi suelo;
y copio, en dulces halagos,
en el azul de mis lagos
el esplendor de mi cielo.
La Unión de todo anhelo;
y humilde con altivez,
pequeña y grande a la vez,
contra toda adversidad
me escuda mi libertad
y la sombra de Jerez”.
Dos años después, en 1909, tras la caída del presidente Zelaya, Rubén concluye su libro “El viaje a Nicaragua e intermezzo tropical” (Madrid, 1909) con el párrafo siguiente:
“Oh, pobre Nicaragua, que has tenido en tu suelo a Cristóbal Colón y a Fray Bartolomé de las Casas, y por poeta ocasional a Victor Hugo: sigue tu rumbo de nación tropical; cultiva tu café y tu cacao y tus bananos; no olvides las palabras de Jerez:
“Para realizar la Unión Centroamericana, vigorízate, ¡aliéntate con el trabajo y lucha por unirte a tus cinco hermanas!”
Y, en el artículo que publica en el París Journal el 27 de mayo de 1910 dice:
“Hay en este momento en América Central un pequeño Estado que no pide más que desarrollar, en la paz y el orden su industria y su comercio; que no quiere más que conservar su modesto lugar al sol y continuar su destino con la seguridad de que, no habiendo cometido injusticia hacia nadie no será blanco de represalias de nadie. Pero una revolución lo paraliza y debilita. Esta revolución está fomentada por una gran nación. Esta nación es la República de los Estados Unidos. Y Nicaragua nada ha hecho a los Estados Unidos que pueda justificar su política. Más bien se encontraba segura, si no de su protección, al menos de su neutralidad, en virtud del tratado y de las convenciones firmadas en Washington en diciembre de 1907”.
Para Darío, Centroamérica fue siempre su Patria Grande. Ello le inspira y expresa continuamente en su obra, que raya desde sus primeros poemas de juventud hasta el resto de su vida. Así, en 1885, con 18 años, Darío proclama, en su poema “Unión Centroamericana” (1885), dedicado al presidente de Guatemala Gral. Justo Rufino Barrios:
“¡Centroamérica espera
que le den su guirnalda y su bandera!
¡Centroamérica grita
que le duelen sus miembros arrancados,
y aguarda con ardor la hora bendita
de verlos recobrados! …”
(Unión Centroamericana).
Y, luego ensalza y expone a los próceres del unionismo:
… “Morazán, el guerrero
de brazo formidable
blandió su limpio acero
por ella” …
… “Valle y Barrundia, un sabio y un profeta
de la Unión Nacional” …
… “Cabañas, el airoso, el aguerrido,
de esa causa gigante fue soldado” …
… “Gerardo Barrios, paladín brioso
fue del mismo ideal” …
… “Jerez, aquel grandioso alucinado,
fue sacerdote del ideal sagrado” …
En 1889, escribe en el diario “La Unión”:
“Venimos a ser trabajadores por el bien de la patria; venimos, de buena fe, a poner nuestras ideas al servicio de la gran causa nuestra, de la unidad de la América Central”.
Califica a los conservadores oligárquicas “separatistas” como una raza de Caínes. En el banquete al presidente de El Salvador, General Francisco Menéndez, ese mismo año Darío loa las bondades de la unión:
… “Unión, para que cesen las tempestades;
para que venga el tiempo de las verdades;
para que en paz coloquen los vencedores
sus espadas brillantes sobre las flores;
para que todos seamos francos amigos,
y florezcan sus oros los rubios trigos;
que entonces, de los altos espíritus en pos,
será como arco-iris la voluntad de Dios.” …
(Unión Centroamericana)
6. Hispanoamericanismo
De los temas torales de la obra de Darío, la preocupación por América y el destino de los pueblos hispanoamericanos ocupa un lugar relevante después de los “Cantos de Vida y Esperanza”, en el que refuta los calificativos de Rodo y antes bien el profesor Edelberto Torres reafirma que al menos ochenta poemas de Rubén corresponden a motivos americanos y agrega:
“lo americano de Rubén Darío estaba precisamente en ese no querer admitir las cosas que le rodeaban, en esa inconformidad de lo conocido, en ese buscar perpetuo de escenarios distantes y voluptuosos…”. “A Darío le reprocharon, escribe Anderson Imbert que no era el poeta de América porque era afrancesado. Pero ese afrancesamiento era precisamente, muy americano. Unamuno fue el primero en observarlo”.
Le secunda el poeta Salomón de la Selva cuando agrega que la obra de Darío es “una verdadera enciclopedia de nuestra América”. En la poesía dariana se observa que en un recorrido somero aparecen doscientas treinta voces de origen americano; puesto que siempre si creyó que los ideales y porvenir de América eran dignos de cantar en su poesía y así lo plasma de manera recurrente desde “Primeras Notas – Epístolas y poemas” (1888), hasta sus últimas composiciones, pasando por el “Canto a la Argentina” (1914):
“¡Salve, América hermosa! el sol te besa,
del arte la potencia te sublima;
el Porvenir te cumple su promesa,
te circunda la luz y Dios te mima”.
(“El Porvenir”)
Darío asumió, conscientemente su excelsa misión de poeta continental y voz por excelencia de las tribulaciones y esperanzas de los pueblos hispanoamericanos. Sabe modular con buen tino sin excederse en el hispanismo peninsular, lacerando la América altiva, ni sujeción alguna a la política del imperialismo.
7. Solidaridad y justicia social
Sobre Darío surgió una percepción oficiosa y azuzada por Enrique Rodó, de un Rubén indiferente ante la problemática social en América. Corresponde al Profesor don Edelberto Torres, el mérito de ser el pionero en demostrar al vasto acervo de sensibilidad social inserta en su obra. En ello, nos muestra un Darío, como hombre de su tiempo, muy sensible a los problemas sociales, que vivió y padeció como experiencia propia. Aunque subjetivamente esta tesis la alimentó su aparente carencia de convicciones políticas, su atracción por los gustos aristocráticos y un cauteloso respeto por las jerarquías sociales.
Darío realmente aborda temas de carácter social, desde sus primeras poesías, en las cuales alude al pueblo, a los pobres, al obrero y el trabajador, son frecuentes en sus poemas juveniles. En 1882, en su extensa “Epístola a un labriego” hace loa al trabajo campesino
“… ¡Yo te envidio, labriego! ¡Tu divisa
es la paz y el trabajo! Cuando suda
tu frente bajo el sol sin fresca brisa…”
La verdadera y dulce venturanza
sólo se encuentra aquí! ¡Salve, labriego! …”
(“Epístola a un labriego”).
En el poema “Ecce Homo” encontramos versos como estos:
“Vosotros los de arriba, la nobleza,
poderosos tiranos,
usáis mucho las uñas y las manos
y venís a quedaros sin cabeza.
¿Qué es vuestro poderío?
Tener aduladores mercenarios
que os quiten el hastío
manejando olorosos incensarios;
comer bastante y bueno,
tener el intestino bien relleno,
y vivir en el trono, en alto rango,
como el cerdo en el fango”.
“Obrero, eres acémila; y aguanta,
que para eso has nacido…
Llevas al cuello una perenne argolla;
vives con un dogal en la garganta;
no quieras levantarte: está prohibido;
come quieto tu pan y tu cebolla.”
(“Ecce Homo”)
En un libro como Azul, en el que, a pesar de los profundos tintes parnasianos, aparece el drama de la pobreza de los obreros portuarios de Valparaíso y así lo describe en el cuento “El Fardo”:
“Su mujer llevaba la maldición del vientre de los pobres: la fecundidad. Había, pues, mucha boca abierta que pedía pan, mucho chico sucio que se revolcaba en la basura, mucho cuerpo magro que temblaba de frío; era preciso ir a llevar qué comer, a buscar harapos, y para eso, quedar sin alientos y trabajar como un buey” …
“El fardo, el grueso fardo, se zafó del lazo, como de un collar holgado saca un perro la cabeza; y cayó sobre el hijo del tío Lucas, que entre el filo de la lancha y el gran bulto quedó con los riñones rotos, el espinazo desencajado y echando sangre negra por la boca. …” Aquel día no hubo pan ni medicina en casa del tío Lucas, sino el muchacho destrozado, al que se abrazaba llorando el reumático, entre la gritería de la mujer y de los chicos, cuando llevaban el cadáver al cementerio…”
Durante su estadía en Chile, Darío se relacionó con los obreros del puerto y les dedicó dos poemas. En el poema “¡Al trabajo!” (1886) Darío clama:
“¡Oh, vosotros obreros
de hacha y espuerta, de cincel y pluma!
¡Oh, vosotros, audaces marineros
¡Oh, vosotros obreros
de hacha y espuerta, de cincel y pluma!
¡Oh, vosotros, audaces marineros
que bogáis arrullados por la espuma!
Vosotros, los que abrís el surco y luego
la semilla sembráis y echáis el riego;
los que labráis la piedra, y así el duro
roble y el cedro añoso;
los que de laja alzáis soberbio muro
o palacio fastuoso;
los que arrancáis el oro de la entraña
de la fecunda tierra;
los que hacéis que resuene en la montaña
el ruido rechinante de la sierra”.
(“¡Al trabajo!”).
En su cruzada por la justicia social, la expresa con viva fuerza en el artículo “¿Por qué?”, escrito en 1892 del cual se extrae lo siguiente:
“¿Oh, señor!, el mundo anda muy mal. La sociedad se desquicia. El siglo que viene verá la mayor de las revoluciones que han ensangrentado la tierra. ¿El pez grande se come al chico? Sea; pero pronto tendremos el desquite. El pauperismo reina, y el trabajador lleva sobre sus hombros la montaña de una maldición. Nada vale ya sino el oro miserable. La gente desheredada es el rebaño eterno para el eterno matadero” …
“Cada carruaje que pasa por las calles va apretando bajo sus ruedas el corazón del pobre. Esos señoritos que parecen grullas; esos rentistas cacoquimios y esos cosecheros venturados, son los ruines martirizadores. Yo quisiera una tempestad de sangre; yo quisiera que sonara ya la hora de la rehabilitación, de la justicia social…”
… “El espíritu de las clases bajas se encarnará en un implacable y futuro vengador. La onda de abajo derrocará la masa de arriba. La Comune, la Internacional, el nihilismo, eso es poco; ¡falta la enorme y verdadera coalición!” … … “Habrá que cantar una nueva Marsellesa que, como los clarines de Jericó, destruya la morada de los infames…”
Darío, como simpatizante del liberalismo fue admirador de la democracia, en el espectro de las injusticias sociales, la califica a esta en dados casos, de ¨remedo de democracia¨ que determinados sistemas políticos les han reservado a nuestros desventurados pueblos americanos:
“¿No se llama democracia a esa quisicosa política que cantan los poetas y alaban los oradores? Pues maldita sea esa democracia. Eso no es democracia, sino baldón y ruina. El infeliz sufre la lluvia de plagas; el rico goza. La prensa, siempre venal y corrompida, no canta sino el invariable salmo del oro. Los escritores son los violines que tocan los grandes potentados. Al pueblo no se le hace caso.”
Sin embargo, Darío es consciente que sólo la democracia puede salvar a los pueblos americanos de cualquier sistema opresor o tiranía:
“Temblad, temblad tiranos, en vuestras reales sillas,
ni piedra sobre piedra de todas las Bastillas
mañana quedará.
“Tu hoguera en todas partes, ¡oh Democracia inflamas,
tus anchos pabellones son nuestras oriflamas,
y al viento flotan ya”.
(“Salmo de la pluma”).
8. Ética política
Darío desde su posición ética política rechazaba toda demagogia y la manipulación del pueblo como instrumento de violencia. Y así lo afirma:
“Eso es obra de locos corrompidos: llevar las turbas a que despedacen las puertas de los almacenes, y roben primero, y lo den todo al fuego después; conducirles a las tabernas y bodegas para que se emborrachen y así redoblen sus inmoralidades. La muchedumbre va por la calle gritando, amenazante, beoda, brutal, feroz.”
Darío pondera al estadista probo:
“El hombre de Estado cumplirá como bueno sus tareas, y su discreción y su conocimiento de los grandes asuntos en que había de ejercitar su pericia no han de quitarle, ni la vivacidad y frescura del ingenio, ni el pensamiento creador, ni el intelletto d’amore para su pasión artística”.
Darío da un alto valor a la educación del pueblo y de la mujer, y como aventajado a su tiempo hoy un siglo después, la política oficial de la UNESCO y de nuestro gobierno, acerca de la importancia de la educación y rol de la mujer en la sociedad. Así lo escribió Darío:
“En los tiempos modernos, se ha comprendido en todas las sociedades civilizadas, la grandísima importancia que tiene la educación de la mujer, conocida su vasta influencia sobre los ciudadanos. Y bien. La ocupación y el oficio cierran a la mujer la puerta del lupanar; aumentan los matrimonios en las clases trabajadoras, y hacen que sobre el alma del pueblo pase un aire de bien que vivifica y conforta”
… La madre laboriosa hará al hijo laborioso y buen ciudadano”.
Darío les dedica también atención a los funcionarios públicos y dice lo siguiente a propósito de los candidatos, conceptos que mantienen en la actualidad:
“No querría que se creyese por esto que todos los candidatos son farsantes. Pero juzgó que a la mayor parte les falta sinceridad. Pues yo llamo sincero a aquel que, dándose cuenta de lo que significa su mandato, no disfraza la verdad exagerando el bien, paliando y velando el mal; a aquel que no promete sino lo que puede cumplir, y que lo promete porque está resuelto a ponerlo en práctica enseguida; a aquel que lucha por un ideal. Llamó sincero, en fin, al candidato que habiendo buscado y encontrado en la rectitud de su conciencia la manera de hacer el bien verdadero al país en general y no sólo a su circunscripción, pone toda su voluntad, toda su alma, todo su ser, en transformar su programa en actos, y que, si no ha hecho todo lo que ha querido, ha hecho, de todas maneras, lo que ha podido”.
La paz fue un tema permanente en el canto de Darío, con ello emprende un apostolado pacifista, y uno de sus últimos poemas es precisamente consagrado al tema de la paz (1915):
“Io vo gritando pace, pace, pace!
Así clamaba el italiano;
así voy gritando yo ahora,
“alma en el alma, mano en la mano”
a los países de la Aurora…
“Si la Paz no es posible, que como en Isaías
las ciudades revienten;
que sean de tinieblas las noches y los días;
que las almas que sienten
soplos de Dios, duerman sueño profundo
mientras que se desangra y se deshace el mundo…”
“¡Oh pueblos nuestros! ¡Oh pueblos nuestros!
en la esperanza y en el trabajo y la paz. (Juntaos
No busquéis las tinieblas, no persigáis el caos,
y no reguéis con sangre nuestra tierra feraz.”
(“PAX”)