Manuel Gámez Montenegro
2024
El poeta guerrillero Leonel Rugama nos marca y nos señala con su gesto la ruta hacia el futuro, nos invita a encontrarnos a sí mismos, y a transformarnos primero nosotros para transformar luego nuestro entorno. Nos dice que antes de emprender la noble y titánica tarea de la revolución por el pueblo, debemos comenzar por nuestra redención interna.
La tenacidad y temple de Leonel son un espejo para contrastarnos, motivarnos y sostenernos en la monumental empresa por llevar a mejores estadios de vida a los nicaragüenses, tomando a la educación como herramienta vital e imprescindible para el éxito de esta empresa. Su alta calidad revolucionaria, intelectual, de estudiante de excelencia académica, son dones para imitar y resolver con éxito los complejos desafíos de nuestra realidad.
Profetizó con su fe indómita y terquedad insoslayable, confiaba en que el pueblo revolucionario, superando todas las adversidades, alcanzaría la victoria indiscutible de las causas populares tal y como lo estamos viviendo ahora. En los momentos actuales el legado y ejemplo de Leonel nos invita a ser consecuente y constantes, puesto que en el triunfo de cada momento se asciende de grado en la revolución, superando los escollos y dificultades para avanzar, como fuerza santificante del revolucionario. Los retos actuales nos incitan a poner los intereses de la nación, como causa de los esfuerzos supremos de todos los nicaragüenses y aun más de los revolucionarios.
Su visión avanzada a su tiempo alcanzó a ver a las mayorías populares gobernando su destino y construyendo su propia historia, con decoro y dignidad, con independencia y auto determinación, con soberanía y progreso, como así también lo soñó Sandino; un faro de convergencia de las causas de los pueblos, unidos como hermanos para enfrentar con efectividad la voracidad del imperialismo.
Los rasgos de la vida personal de Leonel son casi ocultos, se vislumbran apenas con los retazos de su personalidad y visión política, que se aprecia descarnada en su obra poética. En ella percibimos la transición de la obra lírica, en su poética temprana como seminarista; a la emersión con apremio de su visión revolucionaria de la vida del país concluyendo en su entrega plena, con actitud consecuente de la acción con su discurso político.
Es más cercana la celebridad alcanzada por su obra poética y su frase emblemática de la lucha inclaudicable, pero el legado de su pensamiento político aún está latente, en semiclandestinidad, disperso en las memorias, testimonios, escritos, ensayos y obra poética.
Albores de la forja y temple de un revolucionario
Leonel Rugama nace en la espesura del valle de Matapalos al noreste de Estelí, bajo el abrazador sol, en medio de las polvorientas tolvaneras de la tierra sedienta del verano de 1949; con los puños crispados retando su destino a luchar contra las oscuras fuerzas de la época y desgarrando con potente voz el silencio apacible y resignado de sus allegados, sometidos a la servidumbre del somocismo.
Nace en el pleno ardor de la campaña anticomunista post Segunda Guerra Mundial, extendida hacia toda América Latina, en momentos político – económico propicios para la dictadura y en la gestación de los primeros movimientos guerrilleros de 1945 que intentan botar al tirano Somoza García.
El ambiente de la pobreza rural donde nació y la rudeza del taller de carpintería, donde vivió su infancia, le infringe una marca perpetua hasta crecer en una tendencia de desprecio a los problemas y limitaciones económicas y materiales. Este origen obrero – campesino lo marcará y se hará sentir en su posterior desarrollo.
Leonel Rugama nace un 27 de marzo de 1949 y se inmola el 15 de enero de 1970, como Leónidas de las Termopilas junto con los compañeros Mauricio Hernández y Roger Núñez, combatiendo contra todo un batallón de soldados, blindados y aviación artillada de la Guardia Nacional, ahora tendría 75 años. Él sobrevive junto con sus dos hermanas Angelita y Azucena, a la pobreza y las condiciones de precariedad impuestas por el sistema político imperante, lo cual fue la causa principal de que no sobrevivieran sus restantes seis hermanos.
Porta en los genes la temple de su Madre Candidita Rugama, nominada junto con su primo Manuel Gámez como los mejores alumnos de primaria del Estelí de los años 20; aun así, con estos méritos, fue marginada al valle olvidado de aquel entonces de La Labranza como maestra rural empírica.
En Leonel se plasma con toda claridad la posición cabal de revolucionario, de héroe y mártir, encarna además en él, la revolución en su obra y en su vida, la cual la vive plenamente, la entrega en su legado literario, en su lucha guerrillera y en su gesta heroica. La plenitud de una vida verdadera ya la alcanza a sus escasos 20 años y la hace singular al resto de militantes del FSLN donde se conjuga de manera única en la organización política.
El pensamiento y la acción; la vergüenza de escribir un poema revolucionario que se transforme en acción. Su caída espectacular no fue una acción improvisada, sino la culminación de todo un apostolado; pues desde su infancia, nos hizo ver lo insoportable e intolerable del hambre y la muerte que sufría Nicaragua, puesto que, los movimientos políticos y expresiones sociales tendían a acomodarse conviviendo con la tiranía y la injusticia reinante, bregando por el camino de la indiferencia y de la displicencia ante la agonía de los oprimidos.
El régimen había creado no solo un mundo de terror y represión a todo lo que tendiera a amenazarle; sino que además con las sutilezas del poder, la riqueza, las dádivas y favores compró conciencias, adormeció los espíritus, doblegó los temples, creando así una generación sometida, alienada y resignada a aceptar el régimen como una derivación del arquitecto divino.
En el marco de esas circunstancias, asumir la causa revolucionaria y comprometerse con la redención de los desposeídos y luchar por ello; era un gesto de arrojo espartano y de valentía suprema. Es así como en estas condiciones adversas se fecunda la semilla de la rebeldía de Leonel al sacudirse el polvo de lo alienante y de la ignominia, en pro de una lucha por la transformación revolucionaria.
Leonel nace de la revolución y para la revolución, abriéndose camino en un mundo sembrado con la propaganda de horror al comunismo y aunque todos los que hablaban del anticomunismo no tenían la remota idea en que consistía. Además, se había satanizado como comunismo toda expresión que abogara por restitución de los derechos más elementales de los nicaragüenses.
Así desde su infancia inicia una fervorosa búsqueda de respuesta en su ministerio en el seminario menor y en el seminario mayor; mas no la encuentra en esta vida consagrada y busca una revolución que solucione la realidad de Nicaragua, es así como retorna a la vida secular, manteniendo una mística de eremita aprendida en el seminario.
De esta manera se relaciona en 1967 con el FSLN y descubre en éstas muchas afinidades; otra actitud, otra posición, una cosa nueva vinculante con los que peleaban y seguían la bandera de Sandino, aun en medio de la escasa información y de los espacios proscritos. A partir de este momento se agiganta su calidad de hombre, al crecer su estatura de revolucionario. Leonel mantiene esta actitud revolucionaria en cada acontecimiento, en cada momento, en lo más ínfimo e insignificante que apareciera. Él no busca la revolución como una forma de escape; sino más bien como una forma de vivir y por ello se embriaga de ella y la vive plenamente.
Su gesta, obra y vida, aunque reducida fue tan expresiva en toda su dimensión. Marcha en búsqueda de otra mentalidad, de otra actitud con una pulcritud matemática, haciendo méritos a su siempre excelencia académica y como maestro de matemáticas, a la cual recurría con vocación para ajustar y dar sentido a su obra y proeza. Además, al partir a la lucha armada mantiene su calidad humana y poética, esto fue una marcada característica de los revolucionarios que vivían como los santos en la clandestinidad y en la montaña.
La visión que va madurando en Leonel sobre la revolución, se va expresando en la característica de su obra y su actitud política evoluciona comprometido cada vez más con ella. Así se entrega totalmente al pueblo con una visión inmediata matizada, una forma especial, con lenguaje del pueblo, lógico y natural.
Leonel era un tremendo agitador político, con la palabra viva, con su poesía y ensayos. Un guerrillero con el fusil, con la palabra y con la pluma. Sus arengas públicas agitándonos y renovándonos en los espacios de Estelí, en la UNAN de León, en los círculos de intelectuales en el Café La India de la vieja Managua, en las manifestaciones estudiantiles y en la marcha reclamando los restos del héroe sandinista Alessio Blandón caído en 1969, cuyo cadáver nunca fue entregado por el régimen de Anastasio Somoza.
Leonel era uno de esos íconos y símbolos de la revolución; la mística y pureza militante, la santidad misma, prescindiendo de todo para entregarse plenamente a la revolución. Se revela mirando hacia adelante, profetizando el triunfo de la revolución como los mártires del cristianismo primitivo, se entregó cantando el Himno Nacional, augurando el desenlace triunfal nueve años después. Su enfoque de la revolución lo hace en términos de lenguaje descarnado, brutal y no con las sutilezas y bondades literarias propias.
De esta manera, Leonel se convierte en uno de los grandes Santos de la revolución junto con Julio Buitrago, Alessio Blandón, Fausto García, Enrique Lorente, Igor Úbeda, Marco Antonio Rivera, Aníbal Castrillo, Elías Moncada, Selim Shible, Jacinto Baca, Jorge Navarro, entre otros.
Leonel exigía de sí mismo y de los demás un compromiso sin cavilaciones con la revolución; a sus amigos intelectuales y artistas les estopaba… ¨el artista es un sujeto inevitablemente político… la carencia de sensibilidad política lo convierte en mediocridad humana, chatura espiritual e inferioridad estética¨…
Leonel nos incita a la evolución humana con la revolución, rompiendo el molde primitivo que contiene al hombre para convertirlo en un nuevo sujeto; mira en la revolución el sistema para alcanzar la integridad del desarrollo humano. Por tanto, para todo ser, es un deber activar la revolución para la liberación de los oprimidos, quienes mueren ignorando la realidad de su muerte, más al visionario que omite esto, lo califica de un criminal.
Muchos no entendían su actitud y su obra literaria, hasta después de su inmolación despertó el interés y el deber a descubrir su obra, alzar la voz y escudriñar sobre su vida para entender de dónde provenía semejante intensidad, amor y entrega. Leonel nos da una completa catequesis de cómo alcanzar la santidad militante …¨debemos de abstenernos de vivir otro momento solo por vivir sin orientar nuestros esfuerzos y actos al bienestar del pueblo, condenándolo a la ignominia, yacientes en un fatal conformismo y esperando que otros solucionen la realidad¨…
Anuncia la mayor acción redentora, el más sublime acto del revolucionario…¨liberar al pueblo y generar vida, aunque ello represente nuestra propia muerte… una alegoría al martirio de los primeros cristianos. Plasmó su visión profética muy seguro del desenlace de su destino; pero no de su final…¨sembremos sin esperar ser mencionados en la historia de las generaciones, pero estemos seguros de que nuestros huesos serán las columnas de esa historia¨.
Conclusión
Leonel es de los muertos que nos hablan y que tiene mucho que decir en el presente y futuro. Su figura no es algo aislado, está por siempre atada a la historia de Nicaragua, la misma se alza como la fascinación de la militancia política suprema.
Ahora entendemos que su grito …¨QUE SE RINDA TU MADRE¨… no fue un estertor agónico de muerte; sino un grito triunfal, el trofeo de la vida sobre la muerte, de libertadsobre la opresión, de la luz y esperanza en un futuro provisorio sobre las tinieblas de la sumisión, del atraso, ignorancia y la ignominia.